By Bignueces
Era el quinto día que abría sus puertas el recinto donde se
había instalado la feria del pueblo. Por desgracia para Casandra no había
tenido muchos clientes, parecía que estaban más interesados en las atracciones
y en comer gofres cubiertos de chocolate. Terminó de colocar la última carta
sobre la mesa mientras miraba a su primera clienta del día. Un sol dorado con
una cara en su centro le hizo sonreír.
“Querida, tu marido encontrará trabajo muy pronto, esta
carta es símbolo de buena fortuna. En menos de un mes…” Casandra interrumpió su
frase al observar un grupo de 3 adolescentes que atravesaban la cortina que
delimitaba su tienda “como te iba diciendo, seguramente no será el mejor
trabajo, pero sin duda…”
Al tiempo que Casandra seguía leyendo el futuro de su
ansiosa clienta, los 3 chicos empezaron a curiosear los objetos que albergaban
las estanterías de la entrada. Había todo tipo de piedras de colores, cofres,
pequeños espejos, figurillas de seres mitológicos, etc. Mientras Casandra
hablaba, no les quitaba la vista de encima. 2 de los muchachos eran muy
delgados y pálidos, probablemente todavía no se habían desarrollado como
hombres. Sin embargo, el tercero era un joven más alto y mucho más corpulento,
parecía realmente musculoso. Su mandíbula cuadrada y rasgos masculinos le hacía
muy atractivo. Empezaron a tocar todos los objetos y Casandra se puso nerviosa.
“¡No toquéis nada, son objetos muy delicados y valiosos!,
perdona querida, como te iba diciendo…”
El muchacho más grande agarró una estatuilla de unos 20 cm
de un ser con forma fálica. Entonces se la colocó entre sus piernas como si
fuera su propio pene y empezó a saltar de un lado a otro mientras sus amigos
decían obscenidades.
“Os he dicho que tengáis cuidado, esa figura…” Casandra no
pudo terminar su frase, uno de los adolescentes más pequeños golpeó al grande y
la estatuilla se cayó al suelo haciéndose añicos. El gestó de Casandra se
torció en odio mirando primero a la estatuilla y después a los jóvenes, seguidamente
el mayor de ellos se agarró su sorprendentemente enorme paquete mientras se
burlaban de la pitonisa y salían apresurados de la tienda.
A los pocos minutos, la clienta estaba depositando un
billete dentro del cofre que descansaba sobre la mesa y se le alejaba
satisfecha dejando a Casandra en soledad mientras recogía los restos de lo que
quedaba del Dios de la Fertilidad Masculina. Todavía recordaba como 30 años
atrás había conseguido esa pieza única en un viaje a Camboya.
“¡Malditos niñatos!” su enfado era cada vez mayor, sabía que
nunca volvería a Camboya y era una pieza realmente valiosa procedente de un
templo construido hacía más de 300 años. Además, se habían burlado de ella en
lugar de pedirle disculpas. Tenía que vengarse, sólo podría hacerlo con uno de
ellos, el que rompió la estatuilla, pero eso le bastaría para calmar su furia.
Sabía cómo desencadenar una maldición sobre la fertilidad de ese adolescente,
no sabía que sucedería exactamente, porque nunca lo había hecho antes, pero
algo en su interior le decía que funcionaría. Se dirigió hacia la estantería a
por un libro y una pequeña caja de marfil donde guardaba algunos ingredientes
que necesitaría, según la leyenda la corrupción del símbolo de aquella olvidada
deidad desencadenaría la maldición. Mientras pensaba en lo que le había dado la
idea, esa colosal protuberancia que tenía el joven entre sus piernas ¿llevaría
relleno? ¿sería real? ¿podía un hombre tener unos atributos tan grandes?
Leo se ajustó sus 2 inmensos testículos mientras corría con
sus amigos hacia su atracción favorita, la montaña rusa. Sus pelotas eran
reales, muy reales. Había crecido durante los últimos años sin parar hasta
alcanzar el tamaño de 2 limones grandes. Durante ese tiempo había bombeado una
cantidad ingente de testosterona que le habían hecho desarrollar una amplia y
musculosa espalda en forma de V, unos brazos gruesos, grandes pectorales y unas
piernas que tenían el tamaño de un jugador de futbol profesional.
Leo se sentó en el asiento de la atracción junto a sus 2
amigos, mientras la joven encargada empezó a colocar los medios de seguridad.
Apretó un arnés situado entre las piernas de todos chavales que gritaban
alterados, y aseguró una barra colocada a la altura del pecho uno por uno. Al
llegar junto a Leo no apretó bien el pasador y se soltó ligeramente. Leo
observó como la barra se movía mucho, se giró para protestar, pero la chica ya
estaba junto al panel de mandos y activó la máquina. El tren empezó a moverse
despacio subiendo hacia la parte superior de la atracción. La espalda de Leo se
aplastó contra el respaldo y en cualquier caso le pareció seguro, así que se
olvidó del inquietante movimiento de la barra y empezó a gritar de excitación
junto a sus amigos. Cuando el tren llegó a la parte superior se precipitó a
toda velocidad hacía abajo. En ese momento Leo comprendió el problema. Todo su
peso se inclinó hacia delante, la barra no le frenó, pero el arnés le paró de
caer al vacío. La argolla del arnés se hundió en su enorme paquete mientras el
tren avanzaba a toda velocidad. Para su desgracia, su polla colocada hacia
arriba no ayudó a repartir la presión, siendo absorbida por sus gónadas. El
arnés separó perfectamente su bola derecha y su bola izquierda, quedando
perfectamente marcadas en su pantalón corto de algodón. Al estar perfectamente
encajado en su asiento y no poder abrir las piernas, los testículos quedaron
atrapados entre el arnés de acero y sus musculosos cuádriceps. Pronto estalló
el dolor en su masculinidad, no teniendo suficiente espacio sus preciadas
pelotas. Cuando el tren llegó abajo en tan solo un par de segundos, hizo un
giro brusco hacia la derecha. Para horror de Leo notó como la pieza metálica
situada entre sus piernas se hundió profundamente en su testículo izquierdo
dividiendo en 2 partes el órgano maltratado. Todo su peso estaba concentrado
por tan solo 1 segundo en esa parte comprimida de la enorme gónada poniéndola
al límite de su resistencia. Rápidamente el tren giró bruscamente hacia la
izquierda, liberando la bola izquierda y empezando a castigar de la misma
manera su gemela. El dolor de su hombría empezó a subir a su estómago.
“¡¡¡No, No, joder, Nooo!!!” empezó a gritar Leo por el
intenso dolor. Sus gritos quedaban ahogados por el resto de gritos de emoción
de los otros chavales que disfrutaban de la montaña rusa.
Sus 2 pelotas iban alternando la presión según giraba el
tren. La pieza metálica cada vez penetraba más en los tejidos de los órganos
maltrechos, presentando menos resistencia con cada tramo recorrido. Con la
elevada velocidad de la máquina, el peso de Leo se veía amplificado, siendo
suficiente para hacer estallar uno de aquellos prodigiosos testículos. Leo no
lo sabía, pero pequeñas fisuras se empezaron a formar en la superficie de las
membrabas protectoras, que amenazaban con hacer un estallido catastrófico de
sus fábricas de bebes. Una y otra vez, sus pelotas eran maltratadas sin que Leo
pudiera hacer nada, atrapado dentro de ese asiento. Lo que le pareció una
eternidad terminó, el tren llegó hasta el punto de partida y frenó en seco. El
arnés se clavó por última vez en la enorme pelota derecha haciendo que los ojos
llorosos del joven semental se pusieran bizcos.
La chica empezó a quitar las medidas de seguridad de todos
los pasajeros de la atracción. Cuando llegó a Leo se quedó perpleja, el arnés
había desaparecido dentro del paquete de aquel niño guapo. Ella no podía dejar
de mirar las dos enormes protuberancias que había a cada lado de sus diminutos
pantalones, y el gran pepino que había justo descansando sobre ellos. Mientras
Leo estaba en shock, ella no perdió la oportunidad de tocar esa monstruosa masa
de carne. Hundió sus dedos en el centro de aquellas esferas masculinas buscado
el cierre del arnés. Sus hábiles dedos exploraron cada centímetro de la
superficie de las gónadas. Estaban tan aprisionadas y sometidas a tanta
tensión, que la invasión de los dedos dentro de los delicados tejidos no ayudó
a reconfortar a Leo. La chica por fin notó el cierre de la pieza metálica, pero
casi no podía acceder por estar enterrada dentro del saco del semental. Con un
esfuerzo mayor, hundió aún más sus dedos, mientras Leo mareado intentaba emitir
algún quejido. Ella se mordió el labio usando todas sus fuerzas, penetrando más
y más en el interior de la masculinidad del joven, casi tenía acceso al cierre,
CRAAACK
Entonces notó que algo cedió dentro de aquella masa
testicular compacta y sitió menos resistencia dentro del pantalón, pudiendo
liberar el arnés que tenía a Leo atrapado en el asiento.
“Mmmmhh, ahhhh” Suspiró Leo volviendo a la plena consciencia,
con su entrepierna ardiendo de dolor. Se puso de pie con dificultad.
Ella sonriente le miró de arriba abajo. “Buena herramienta,
guapo”
Las mejillas sonrojadas y cubiertas de pecas de Leo mostraban
más enfado que timidez, mientras con una mano se sujetaba su paquete dolorido,
con la otra empujó a la joven mujer tirándola al suelo “¡apártate guarra!”. Leo
tambaleante se alejó de la atracción junto con sus 2 amigos mientras ellos se
burlaban de él y de su manera de andar.
Sin embargo, los 2 hermanos de la chica, que estaban a cargo
de un pequeño puesto de piñatas, justo en frente a la montaña rusa, habían
visto como Leo insultaba a su hermana y la empujaba al suelo. Eran de mayor
edad, estando en la veintena, con aspecto muy osco, ambos de cabello largo y
muy oscuro, con alguna cicatriz que les recorría la cara, sabía cómo tratar a
ese tipo de niños malcriados. Se hicieron un gesto entre ellos y siguieron a
Leo unos pasos por detrás durante un par de minutos. En el momento adecuado le
empujaron detrás del establo de los animales del circo, fuera de las miradas de
los transeúntes. Los 2 amigos de Leo se fueron corriendo asustados dejándole
solo frente a los enfurecidos hermanos de la muchacha humillada. Le rodearon
uno por delante y otro por detrás.
“Qué queréis vosotros, os voy a partir la cara como no os
vayáis corriendo” les espetó Leo valiente, a pesar de estar en clara
desventaja.
El agresor que tenía enfrente llevaba un poco de serrín en
su mano, y se la lanzó a Leo en los ojos, pillándole completamente
desprevenido. Quedó cegado y empezó a frotarse los ojos con ambas manos. Uno de
los hermanos había visto como andaba Leo con las piernas abiertas mientras se
acariciaba su paquete. Ahora estaba completamente desprotegido y se veía
enorme, un objetivo fácil que le enseñaría una lección. Lanzó una poderosa
patada que dio justo en el blanco, entre los 2 testículos de Leo.
PLOF
“¡Mis pelotas!” Exhalo Leo mientras recibía una segunda
patada desde detrás, proveniente del otro hermano que se animó a la sesión de
ballbusting improvisada.
PLOF
Leo se intentó cubrir su entrepierna, pero desde atrás le
agarraron los brazos.
PLOOOF
Otra patada devastadora aplastó su pelota izquierda
peligrosamente.
“Joder, Pedro, este cabrón tiene huevos de toro” Se río
alegremente el hermano que estaba propinándole las patadas frontales
PLOOOOF
De nuevo, su bola izquierda se redujo su tamaño a una
fracción.
“¡Noooo!” Gritó Leo, sintiendo como sus bolas eran
devastadas por el loco que tenía en frente. Varias gotas de sudor resbalaron
desde los cabellos oscuros de Leo recorriendo su fruncida frente.
PLOF, PLOOOF
La puntera de la bota del agresor aplastó ambos testículos
por igual.
“Vamos a ver que escondes ahí, seguro que es todo relleno” Sonrió
uno de los asaltantes. Leo estaba mareado por el dolor, no ejerció ninguna
resistencia cuando deslizaron unos centímetros su pantalón y calzoncillos
revelando su prodigiosa polla y las gónadas rojas e hinchadas que la
acompañaban. Estaban perfectamente rasuradas sin un solo pelo, con una piel muy
fina y blanca que dejaba ver todas las venas superficiales que recorrían los
delicados testículos.
“Joder, si que es grande. Nos vamos a asegurar que no
vuelvas a molestar a nuestra hermana y ni a ninguna otra mujer” Solo terminar
la frase, lanzó un puñetazo que impacto en los testículos desnudos de Leo.
PLAF
Los nudillos penetraban profundamente la cane que contenía
su saco.
PLAF
PLAAAF
PLAAAAAF
“Tienes que probar esto, es increíble” Los hermanos
intercambiaron posiciones y continuó el asalto a la masculinidad de Leo.
PLAF
PLAAF
PLAAAAF
Uno tras otro, los puñetazos iban ablandando las bolas de
Leo. Asustado, notó como este hermano golpeaba con más fuerza que el otro
hombre. Leo observó como los brazos del hermano que parecía llamarse Pedro,
debían de tener el doble de volumen que los de su hermano.
PLAF
PLAAAF
PLAAAAAAF
“Este saco parece estar lleno de gelatina, como si no
hubiéramos dejado nada sólido dentro. Vamos a comprobarlo” En pánico, Leo vio
como el hermano con bíceps de acero agarró una de sus bolas en cada mano y
empezó a apretar.
“No, no, parad, por favor, vais a romperlas,¡¡¡ahhhhh!!!”
Lloriqueó Leo, con la cara roja y la saliva corriéndole por la comisura de sus
gruesos labios.
Las manos fuertes de aquel hombre empezaron a comprimir más
y más la masculinidad del semental.
“Parece que todavía hay dos huevos enteros aquí dentro,
están más duros de lo que parecía, jajaja” sus bíceps se tensaron y el espacio
dentro de sus manos se redujo considerablemente. El agresor y Leo notaban como
las bolas estaban a punto de reventar.
“Un poco más chaval, veamos si resisten estos cojones” la
presión fue todavía mayor, los ojos de Leo estaban como platos. La carne de las
bolas rezumaba entre los dedos del hombre, con la piel tensa, brillante y de un
color rojo intenso.
CHAAASH
La presión era tan fuerte, que al final estallaron alguno de
los túbulos que formaban esas colosales gónadas. El hombre se sorprendió al
sentir como algo se reventaba dentro de sus manos y con un último apretón
liberó ambas pelotas.
“Chaval, si no te vas de la feria ahora y te volvemos a ver,
nos aseguraremos que tus pelotas queden inservibles” Con un empujón del hombre
enfurecido, Leo golpeó y rompió la valla del establo y cayó dentro de la
cuadra, mientras los 2 hermanos se alejaban riéndose satisfechos con el trabajo
que habían hecho.
Leo quedó tumbado en el suelo del establo boca arriba, sus
piernas musculosas cubiertas de un bello oscuro muy corto dobladas hacia el
techo, con su ropa ligeramente bajada y sus atributos desnudos. Se acariciaba
una y otra vez sus bolas, doloridas e hinchadas, con un color poco saludable,
sentía que tenían un tamaño más grande de lo habitual, pero al menos seguía
teniendo sus 2 valiosas pelotas. Entreabrió un poco los ojos y vio que había
varios burros rodeándole, comiendo algo de forraje tranquilamente.
Leo intentó incorporarse y para ayudarse agarró el rabo de
uno de los burros tirando no demasiado fuerte. El burro, más por susto que por
dolor, con un fuerte rebuzno lanzó una poderosa coz hacia atrás. La pata del
animal fue tan rápida que Leo apenas pudo verla, pero sí pudo sentir como la
pezuña del animal se encajaba entre sus fornidas piernas.
CRAAAK
Sus cuádriceps se tensaron marcando cada fibra de muscular,
pareciendo que iban a reventar. El dolor volvió a explotar dentro los
testículos machacados del joven. Una lágrima recorrió su marcada mandíbula,
pero no pudo emitir ningún sonido de su boca mientras esta permanecía abierta
de par en par, dejando ver su dentadura perfecta y blanca.
Las bolas de Leo habían sido aplastadas brutalmente por el
ataque del animal, quedando comprimidas a una fracción de su estado original en
décimas de segundo, aunque esta vez también había quedado atrapado su colosal
polla entre la pata del animal y su pelvis. Los burros asustados por el revuelo
se alejaron del chaval, que estaba gimoteando de rodillas en el suelo, mirando
sus milagrosamente enteras gónadas. Sin embargo, la marca de herradura del
animal había quedado permanentemente marcada en la parte frontal de su
gigantesca pelota derecha y en la base de su polla. De hecho, una hendidura con
forma de media luna había quedado impresa en el órgano dañado.
Su enorme paquete inflamado apenas entraba dentro de su ropa
interior, por lo que decidió guardar sus calzoncillos en uno de sus bolsillos
dejando únicamente el fino pantaloncito de algodón para cubrir su masculinidad.
Volvió a ponerse de pie y cojeando salió del establo, intentando olvidar el
dolor pulsante que provenía de sus prodigiosos huevos.
Encontró a sus 2 amigos esperando a ser atendidos en un
puesto de comida.
“Leo, estábamos preocupados por ti, esos 2 tipos eran
peligrosos, parecía que querían darte una buena paliza…pero no tienes ni un
rasguño” comentó asombrado mientras observaba la cara de Leo buscando algún
moratón bajo sus ojos, el labio partido o restos de sangre en su nariz, sin
saber que se habían centrado en intentar aniquilar las posibilidades de ser
padre de su amigo.
“Me he encargado de ellos, no me volverán a molestar” dijo
socarronamente Leo hinchando su pecho orgulloso, y guiñando uno de sus enormes
ojos oscuros con una media sonrisa, ocultando la realidad a sus amigos.
El hombre que atendía el puesto de comida era de mediana
edad, con un delantal algo sucio y muy alterado ante la gran cantidad de
visitantes que le reclamaban comida. Leo pido un gofre con una bola de helado
de vainilla. El hombre llenó apresuradamente con masa la máquina para hacer
gofres empujándola peligrosamente hacia el borde del mostrador, mientras Leo se
inclinaba hacia delante con algunas monedas en su mano para pagarle,
aproximando su abultado paquete sobre el mismo mostrador. El dependiente con un
rápido movimiento cerró la tapa de la gofrera cogiendo las monedas de la mano
de Leo y se giró para dejarlas en una caja metálica. Los ojos de Leo se
abrieron desorbitadamente al notar como parte de su masculinidad había quedado
atrapada dentro de la máquina.
“¡¡¡¡Uhhhaaaaaa!!!!” Leo empezó a gritar asustado mientras
le miraban 2 señoras alarmadas que estaban junto a él, que no comprendían que
pasaba. En ese momento unos fuegos artificiales empezaron a surcar el cielo
llamando la atención de todos los que le rodeaban.
La cabeza de su polla y la mitad de sus testículos estaban
siendo brutalmente aplastados dentro entre las 2 piezas metálicas unidas por un
pasador de acero que las mantenía a una distancia fija de 1 cm, como si de una
prensa se tratase. Unas pelotas tan grandes como las de Leo no estaban
preparadas para estar comprimidas en un espacio tan reducido. Las mitades de
los 2 órganos se expandieron expulsando parte de la masa líquida del gofre que
rezumaba por los bordes de la máquina. Mientras los tejidos de las gónadas de
Leo se tuvieron que adaptar a los recovecos y formas caprichosas del interior
de la gofrera, con algunos puntos en los que la placa superior casi tocaba la
placa inferior, sometiendo a las membranas de sus testículos al borde de la
rotura. Pero la peor parte, era la elevada temperatura que alcanzaba el metal,
quemando la tela de su pantalón y tostando la fina piel del saco de su
masculinidad y la sensitiva cabeza de su rabo. Leo agarró con determinación la
máquina y empezó a tirar de ambas placas en sentido opuesto para abrirla,
olvidando quitar el pasador de acero.
Mientras todos los demás, incluido el dependiente del puesto
de comida estaban absortos contemplando el cielo y las explosiones de colores
del mismo, los fuertes brazos de Leo luchaban por salvar su masculinidad. Sus
antebrazos y bíceps estaban en tensión, hinchados y brillantes surcados por
infinidad de fibras musculares. Notaba como se quemaba su prepucio y los
fluidos del interior de sus bolas parecían empezar a hervir. Sus huevos se
estaban cocinando sin que él pudiera hacer nada por evitarlo. Un último empujón
y consiguió romper el pasador salvando su entrepierna. Su pantalón echaba un
poco de humo y estaba negro. No sabía en qué estado habrían quedado sus
posesiones más valiosas.
“Toma joven, aquí tienes tu gofre” Leo salió de su
ensimismamiento. Agarró el pedazo de cartón que contenía el gofre. Podía intuir
bajo la bola de helado la forma de sus 2 testículos impresos en la masa del
dulce. Le dio un mordisco dentro su mundo de dolor, mientras varias lágrimas le
recorrían sus mejillas, y un reguero de moquillo salía de su nariz enrojecida.
Los fuegos artificiales pararon y sus amigos le agarraron
del brazo “vamos a la casa del terror, dicen que es lo mejor que hay en la
feria”
Leo suspiró notado como sus bolas latían dentro del saco,
mientras se dirigían en un extremo del recinto hasta un pequeño edificio con un
decorado de cartón que le daba una apariencia siniestra. Un hombre joven les
vendió unos tickets y les explicó las instrucciones, tenían que avanzar siempre
hacia adelante y nunca parase ni volver hacia atrás.
Entraron en un pasillo muy oscuro y largo decorado con
cuadros de personajes de otras épocas. Los ojos de los mismos les seguían con
la mirada, sin lugar a dudas un mecanismo instalado tras la pared, pensaron los
3 jóvenes. En ese momento una puerta se abrió en un extremo del pasillo y una
figura alargada surgió con un enorme cuchillo y con un rugido empezó a avanzar
hacia ellos. Los amigos empezaron a correr en sentido opuesto gritando pero los
pantalones de Leo, rotos y quemados, se deslizaron hasta sus tobillos y cayó de
boca contra el suelo.
Mientras los amigos de Leo desaparecieron doblando la
esquina del corredor, el semental permanecía tumbado con las piernas abiertas
en mitad del pasillo. El actor con el disfraz de asesino reaccionó a tiempo y
con un fuerte salto supero el cuerpo de Leo y siguió corriendo hasta
desaparecer al final del corredor persiguiendo a sus amigos, pero el dolor
volvió a estallar entre las piernas del chico maldito.
“¡Ohhhhhhh!” Leo berreó de dolor.
En la oscuridad, lo que ninguno de ellos fue consciente era
de que Leo no llevaba calzoncillos y con los pantalones atrapados en sus
tobillos, sus gigantescas pelotas descansaban en el suelo. Unos segundos antes
el actor encajó su pié perfectamente entre los poderosos y musculosos muslos de
Leo, su pie aplastó el testículo izquierdo y cogió impulso para dar el salto,
apoyando en el proceso todo su peso en el órgano reproductor del semental que
se comprimió contra el duro suelo de madera hasta una fracción de su tamaño
normal. La presión fue tan fuerte, que Leo sintió casi estallar toda su bola.
Arqueó la espalda por el dolor y quedó paralizado intentando controlar las
arcadas que provenían de su estómago. Solo en el centro del pasillo y sumido en
su mundo de dolor, no se percató que un nuevo grupo de visitantes penetró en el
pasillo desde la entrada de la casa. Se repitió la escena, el grupo de 5
personas empezó a correr cuando la puerta de abrió y la silueta del asesino
apareció, todos sin percatarse del cuerpo que estaba tendido en la oscuridad.
Leo no pudo reaccionar, y de nuevo la mala suerte hizo que cada una de las 5
personas pisará la entrepierna del joven. Fueron aplastando uno a uno todo el
saco de Leo, pero el pero fue el último. Se trataba de una mujer de mediana
edad que avanzaba con dificultad con unos zapatos que tenían un tacón no muy
alto pero sí muy afilado, mientras que la suela de su calzado se apoyó en la
abultada y blanca nalga de Leo, el tacón se clavó en el centro de la maltratada
esfera derecha.
“¡Ahhhhhrg! ¡Noooo!” La mujer, no estaba sorprendida por los
gritos que pensó que serían parte del espectáculo, pero estuvo a punto de
caerse al pisar las irregularidades del suelo oscuro, sin saber que era el
cuerpo de un adolescente.
Todo sucedió en unos segundos, el peso de la mujer
concentrado en una superficie tan pequeña hizo que el tacón perforara la fina
piel del saco del joven, y atravesó la dura membrana protectora de la pelota
casi sin esfuerzo hasta tocar el suelo. La forma saludable esférica de su
testículo quedó convertida en un enorme donut aplastado contra el suelo. La
mujer, tambaleante se alejó y desapareció por el final del pasillo.
Los brazos fuertes del actor le ayudaron a incorporarse
“Vamos chico, muévete, es peligroso que estés tirado en
mitad del pasillo, alguien puede hacerse daño”. Una puerta se abrió hacia el
exterior en el pasillo y el actor arrojó a la calle al tembloroso Leo que quedó
cegado por la luz de fuera. La puerta se cerró a su espalda. Estaba en la parte
trasera de la casa entre unos cubos de basura, semidesnudo, de rodillas y
sujetándose las bolas doloridas. De la parte derecha de su saco corrí un hilo
muy fino de sangre del gigantesco testículo empalado. Completamente cegado
escuchó una voz familiar.
“Mira, es el imbécil ese otra vez. ¡Te dijimos que si no te
ibas de la feria te enseñaríamos una buena lección!” Los hermanos que le habían
dado una paliza anteriormente, estaban fumando unos cigarrillos mientras
descansaban de su turno. Uno de ellos se acercó al indefenso joven y lanzó una
patada entre sus piernas. Por suerte para Leo, las manos que protegían su
masculinidad absorbieron parte del impacto. Cayó a un lado en posición fetal
“Sí, sí, he aprendido la lección, dejadme en paz” Suplicó
Leo arqueando su voluminosa espalda. El hermano que tenía los bíceps más
desarrollados, con una sonrisa malévola se agachó junto al semental.
“Sabes, no creo que sea justo que un imbécil como tú tenga
unos huevos tan grandes” deslizó sus manos entre las piernas de Leo, y tras un
breve forcejeo consiguió apartar las fuertes manos del semental y agarrar
enérgicamente uno de sus testículos. Empezó a apretarlo con fuerza,
comprimiéndolo más y más.
“Noooo, ¡Ahhhhh!” Los gemidos de Leo hicieron que el bíceps
del asaltante se contrajera más aplastando todavía más la pelota, que cada vez
tenía un espacio más reducido dentro de aquel fuerte puño. El hombre quería
volver a sentir como algo cedía dentro de aquella prodigiosa gónada, y aplicó
toda su fuerza. Entonces volvió a suceder,
CHAAASH
Varios túbulos productores de esperma estallaron en el
corazón de la pelota. El asaltante relajó su mano satisfecho mientras Leo
quedaba inconsciente en su mundo de dolor.
“Ayúdame, tengo una idea” Le dijo un hermano al otro
mientras arrastraban el cuerpo inconsciente del joven unos metros a la parte de
atrás de su puesto, lejos de todas las miradas de los caminantes.
El puesto de los hermanos llamado “rompe la piñata” había
varios recipientes de cerámica y cartón de diferentes tamaños y colores
colocados en la pared que varios adolescentes se afanaban en romper para ver el
regalo que contenían dentro. Una chica muy joven señaló una pequeña piñata con
forma de 2 óvalos del tamaño de 2 limones de tonos rojos y morados, sin saber
que al otro lado de la pared del puesto estaba su dueño inconsciente recostado
en la parte interior del recinto con las manos atadas y sus propios
calzoncillos metidos dentro de la boca desapareciendo su masculinidad por el
agujero practicado en el muro.
“Quiero romper esta piñata, es pequeña pero seguro que tiene
un premio muy especial dentro” Señaló sonriente la chica mientras le daba a uno
de los hermanos que trabaja en el puesto unas monedas. Ella agarró una maza de
madera y apuntó sobre los 2 orbes y con un golpe no demasiado fuerte los
aplastó. La maza rebotó, como si las esferas fueran de caucho, pero no se
rompieron. Ella depositó nuevamente unas monedas en la mano del hombre y volvió
a golpear, esta vez con más fuerza y precisión, pero con el mismo resultado.
“¡Maldita sea! No se me va a resistir esta vez” Con un par
de pasos hacia atrás intentó su mejor golpe. Esta vez los orbes quedaron unos
segundos aplastados contra la pared pero poco a poco volvieron a recuperar su
forma ovalada.
El novio de la chica, un adolescente de cabello rizado
rubio, apoyó su mano en su hombro y la apartó suavemente guiñándole un ojo. Le
entregó de nuevo unas monedas al vigilante y agarró la maza. Aunque el novio
era muy joven, había desarrollado unos poderosos brazos y sabía cómo usarlos.
No pensaba quedar mal delante de su novia y pesaba pulverizar esa piñata.
PLOOOF
El impacto fue tan fuerte, que en una fracción de segundo
los 2 enormes testículos se deformaron lo suficiente para poder atravesar el
muro por un agujero con la mitad de su tamaño. Los tejidos internos se
amoldaron y retorcieron, desgarrándose en su interior de las prodigiosas
gónadas, enviando fuertes sacudidas de dolor al cerebro del dueño de semejante
masculinidad. Los ojos de Leo se abrieron como platos devolviéndole a la
consciencia. Intentó gritar desde lo más profundo de sus pulmones, pero sus
propios calzoncillos enmudecieron su boca. Leo intentó salir de corriendo y
alejarse con sus bolas ya liberadas, pero no contaba con que sus pantaloncillos
estaban enrollados en sus tobillos y además maniatado. Perdió el equilibrio y
cayó de cara sobre el terreno, sin poder poner sus manos para minimizar el
impacto al tenerlas atadas en su espalda. Sus pelotas quedaron atrapadas bajo
el peso de su cuerpo que fueron brutalmente aplastadas con el impacto contra el
suelo.
Mientras tanto, al otro lado del muro los hermanos estaban
discutiendo acaloradamente con los 2 clientes que reclamaban su dinero al
comprobar que la piñata había desaparecido por el agujero de la pared y no
tenía ningún regalo en su interior mirando el suelo buscando los restos de los
2 orbes que supuestamente debían haberse roto bajo la maza de madera. Al cabo
de 5 minutos, uno de los hermanos miró fijamente al novio de la joven clienta.
“Ven, sígueme a la parte de atrás del puesto y te daré el
premio que ha ganado tu novia”
Pedro, el hermano más corpulento y el joven novio de la
chica, rodearon el muro accediendo a la parte de atrás del puesto de feriantes,
donde había gran cantidad de peluches gigantes y paquetes envueltos con papeles
de llamativos colores. Pero lo que más llamó la atención de Pedro era que justo
donde esperaba encontrar al semental maniatado y semicastrado, sólo había unos
trozos de cuerda y los calzoncillo que usaron para amordazarle. Pedro estaba
furioso, Leo había escapado. Miró de arriba abajo al joven rubio de pelo rizado
que estaba distraído buscando entre los diferentes premios uno que satisficiera
a su novia. Pedro se acercó por detrás e introdujo su fuerte brazo bajo el
pantalón del adolescente. Encontró 2 bolas de un tamaño respetable y apretó con
todas sus fuerzas. El rubio quedó enmudecido, con sus labios apretados por el
dolor y sus ojos azules desorbitados. El puño de Pedro se cerró más y más
comprimiendo los genitales del joven hasta unos límites inconcebibles,
descargando su ira en los débiles órganos masculinos. Las frágiles membranas de
esas gónadas no estaban diseñadas para resistir tanta presión como las de Leo y
en pocos segundos cedieron.
POP
POP
Pedro sorprendido, notó como después de un suave doble
estallido dentro de su mano, en un instante lo que antes eran 2 testiculos
sanos y firmes no había más que una gelatina sin forma rellenando el saco entre
sus piernas. El delgado joven se cayó lentamente inconsciente al suelo. Ahora
Pedro tenía que contarle a su hermano que tenían un nuevo problema. Sin
embargo, en su mente pensaba como sería sentir reventar completamente los
huevos del semental que se había escapado, mucho más resistentes y de un tamaño
de más del doble que los que tenía el eunuco que yacía a sus pies.
Leo iba caminado con dificultad por uno de los caminos de la
feria, con las piernas bien abiertas. Sus pelotas estaban doloridas, pero no
tanto como era de esperar, las sentía muy inflamadas y entumecidas, lo cual era
preocupante. Decidió que era el momento de volver a su casa y colocarse una
bolsa de hielo entre las piernas para aliviarse. Se acercó a la entrada del
recinto donde estaba su bicicleta. Se sentó con mucho cuidado y empezó pedalear
por el sendero que conducía hacia su casa.
El viento era fresco y se sentía realmente agradable
entrando por las perneras de sus pantalones cortos, especialmente desde que no
llevaba calzoncillos y sus bolas recibían directamente el refrescante aire. Su
cara era de alivio, hasta una sonrisa empezó a dibujarse en su cara. No pasaron
más de 2 minutos cuando Leo sintió que junto con el viento algo entró dentro de
sus pantalones y en un instante notó un agudo dolor que se repetía en varios
puntos de sus abultadas fábricas de bebés.
La mueca del rostro de Leo se torció, su cerebro estaba
intentando procesar lo que pasaba. Él no lo sabía, pero 3 avispas se habían
colado dentro de sus pantalones. Al haberse visto atrapadas entre la tela y las
gónadas del semental empezaron sus ataques perforando la fina piel de su saco e
inyectando veneno en los tejidos interiores. Leo lanzó su mano con fuerza a su
paquete para intentar eliminar a las intrusas, pero el dolor se incrementó
todavía más.
Apurado por su instinto apretó bruscamente los frenos de la
bicicleta. La fuerte inercia hizo que el joven resbalara del sillín cayendo
sobre la barra metálica que tenía delante. El objeto metálico se encajó
perfectamente entre las piernas de Leo hundiéndose en su descomunal paquete. En
unos instantes sus pelotas hinchadas se aplastaron con fuerza entre el hueso
pélvico de Leo y la barra, deformándose más y más por la presión ejercida por
el cuerpo del adolescente. Todo el peso se concentró en los 2 órganos que no
pudieron resistir mucho más, las maltratadas membranas empezaron romperse, y
los tejidos internos que habían empezado a perder su firmeza por los castigos
recibidos ese día empezaron a desgarrase. Leo se puso bizco y su boca quedó
abierta en un grito ahogado al sentir como algo estallaba dentro de su saco.
SPLOCH
Cayó de la bicicleta rodando por el camino. Hecho un ovillo
colocó sus manos entre sus piernas intentando minimizar los latidos de dolor
que provenía de 2 gónadas. Tumbado en el suelo se retiró el pantalón para
examinar su masculinidad. Sujetó en la palma de sus manos 2 enormes huevos
hinchados, de color rojo intenso con franjas y círculos morados, ambos habían
perdido su forma saludable ovalada estando mucho más planos. Apretó entre sus
dedos la masa testicular del gemelo izquierdo, su cara reflejó un profundo
dolor entrecerrando los ojos. Bajo sus dedos no se sentían tejidos firmes, sino
una estructura que parecía arcilla en la que quedaba impresa la forma de sus
dedos permanentemente.
Leo estaba tan mareado por el dolor y tan concentrado
examinando su masculinidad dañada, absorto en su propio mundo, su bicicleta
estrellada entre unos arbustos y él semidesnudo abierto de piernas en el centro
del camino. No se percató que alguien se acercaba a gran velocidad también en
bicicleta por el centro del sendero. Leo alzó la mirada y advirtió como el
peligro se acercaba muy rápido. Levantó las manos y empezó a agitarlas.
“¡No, no, paraaaaaa!” Gritó angustiado sin poder reaccionar
dejando imprudentemente desprotegida su entrepierna.
La rueda de la bicicleta del ciclista rodó entre las piernas
de Leo, pasando por encima de las dañadas bolas del semental y saliendo por sus
fuertes abdominales. La rueda parecía un rodillo amasando el contenido de su
saco, reduciendo las ya escasas posibilidades del joven de ser padre en el
futuro. Ya era demasiado para el cerebro de Leo y cayó en la inconsciencia sin
saber si quedaba algo entero dentro del saco que colgaba entre sus piernas.
A una distancia de un par de kilómetros, en la tienda de
Casandra dentro del recinto de la feria, los restos quebrados de la figura del
Dios de la Fertilidad Masculina descansaban sobre una estantería. Una luz tenue
azulada surgió de cada fragmento uniéndose mágicamente, quedando la estatuilla
intacta como estaba a primera hora de esa misma mañana.