lunes, 4 de noviembre de 2024

Residencia de estudiantes (parte 5 - el descanso)

 By Bignueces


Habían pasado un par de meses desde que el apuesto Diego había dejado de sufrir abusos de sus acosadores y disfrutaba de la vida en la universidad como ningún otro compañero. Entró su dormitorio con una camiseta amplia de color blanco, humedecida por el sudor del entrenamiento duro que acaba de terminar. Se la quitó arrojándola a la montaña de ropa sucia que había en un rincón del cuarto desvelando su voluminoso pecho y los marcados abdominales por los que serpenteaba un bello oscuro cuidadosamente recortado que desaparecía bajo el elástico de sus ceñidos pantalones de color negro. Se observo delante del espejo del baño flexionando su brazo izquierdo y admirando la perfección de su cuerpo. En un momento retiró su calzado deportivo y sus pantalones, quedando únicamente en calcetines altos y calzoncillos azules de alguna marca italiana que apenas podían contener su monstruosa masculinidad. Observó sus poderosas piernas, tensando la musculatura de sus cuádriceps para remarcar cada fibra. Una sonrisa amplia se dibujó en su cara cuando terminó de quitarse toda la ropa, quedando completamente desnudo. Había muchos chicos con cuerpos increíbles, musculosos y guapos en campus, pero ninguno tenía lo que ocultaba su entrepierna. Su polla era grande y se estaba haciendo muy popular entre las chicas de su aula, era un rumor que había corrido como la pólvora. Pero sus pelotas eran colosales, realmente gigantescas, colgando pesadamente en el fondo del saco de piel casi transparente, perfectamente afeitado.


Se metió en la ducha y mientras le caía agua por su robusta espalda, empezó a jugar con sus testículos. Los masajeó suavemente al principio y después empezó a apretarlos más fuerte, mientras recordaba todos los abusos que habían sufrido esos pobres órganos no hacía mucho tiempo. Sus dedos penetraron en el interior la carne más de lo necesario y un agudo dolor le hizo abrir sus destellantes ojos verdes de par en par. Había estado muy cerca de convertirse en un eunuco y sus bolas nunca se llegaron a recuperar del todo del último asalto que sufrió a manos de sus abusadores. Estaban más sensibles y ligeramente inflamados en la parte inferior de manera permanente. Los liberó y terminó de enjabonarse el cuerpo. Tenía que vestirse rápido, esa noche tenían una fiesta en el sótano y estaría llena de chichas guapas.

Hacia ya varios meses que había llegado a la universidad pero desde el primer momento había alguien que siempre tenía los ojos encima de Diego, especialmente desde que enseñó públicamente sus atributos en aquella mesa de billar intentando sobrevivir como hombre contra las duras bolas de resina fenólica que impactaban una y otra vez entre sus piernas. Su admirador se obsesionó con él, pero especialmente con sus colosales gónadas y en su fantasía se imaginaba como estallaban una y otra vez en diversas formas. Se imaginaba la cara de dolor de Diego en el momento que sus más preciadas posesiones se convertían en papilla. El devoto hombre no tenía la fuerza de Iván y Hugo, sus antiguos acosadores, para someterle, pero llevaba mucho tiempo trazando un plan que esa misma noche pondría en práctica.

La fiesta estaba repleta de jóvenes bebiendo mojitos, bailando en el centro de una pista improvisada y charlando en corrillos sobre los últimos rumores que circulaban sobre el campus o sobre los profesores y compañeros con cotilleos morbosos. No había pasado más de una hora y Diego ya se había escabullido a uno de los pasillos más ocultos y solitarios del fondo de la residencia donde se besaba apasionadamente con una chica pelirroja mientras suavemente deslizaba su gruesa polla dentro del cuerpo de la joven. Los dos estaban de pie, ella apoyada contra la pared jadeando según avanzaba en su interior el inmenso miembro de Diego. Sin embargo, no estaban solos, en la oscuridad unos ojos estaban espiándoles, los mismos que siempre estaban controlando al semental. El ritmo el las embestidas de Diego fue acelerando más y más, gruñidos de excitación llenaban el aire, ella tuvo un orgasmo increíble y Diego sacó su polla unos segundos antes de explotar y roció la pared con chorros y chorros de semen blanco y brillante. Ella se vistió y Él se subió la ropa interior y sus pantalones, volviendo a la fiesta, no sin antes recoger la bebida que había apoyado en el suelo del pasillo unos minutos antes. La silueta misteriosa se deslizó de la oscuridad y lamió parte de la fértil leche de Diego que corría por la pared, arrojó un diminuto sobre vacío al suelo cuyo contenido había depositado hacía unos instantes en la copa de Diego.

La fiesta continuaba, la luz era más tenue, la música más suave, menos jóvenes bailando y Diego terminó se alejó de un grupo de compañeros que trataban conversaciones aburridas. Estaba muy mareado, no recordaba haber bebido tanto, cada vez le costaba más enfocar la mirada en un punto. Se alejó hacia la escalera y giró por un corredor más tranquilo, había llegado el momento de volver a su habitación. Todo empezaba a estar cada vez más borroso, le pareció que una puerta se abría cerca de él y una mano fuerte le arrastraba hacia dentro. El mundo le empezaba a dar vueltas y cayó en una profunda oscuridad.

Allí tenía a su adonis, completamente inconsciente, sentado sobre un viejo sofá en un pequeño cuarto lleno de trastos y productos de limpieza. Abierto completamente de piernas le apuntaba con su abultada entrepierna, la camisa completamente desabotonada mostrando su cuerpo de dios griego, hundido en el sillón como con cara de niño bueno profundamente dormido. El admirador estaba realmente nervioso, había funcionado su plan y no tenía tiempo que perder. 

Acarició calmadamente sus pezones, rosados y pequeños. Acercó su lengua al pecho de Diego y noto el olor al perfume masculino que llevaba puesto. Rozó su lengua en todas las direcciones la suave piel del pezón, cada vez más rápido. Después lo succionó, con lujuria tomándose su tiempo. Empezó a mordisquear el pezón erecto, con bastante fuerza, y el gigante musculoso ni siquiera alteró el ritmo de su respiración. Estaba profundamente inconsciente. Recorrió con la mano su tripa firme hasta llegar al pantalón, deslizando la cremallera hasta abajo. El enorme paquete contenido a presión intento escapar por la abertura del pantalón, pero era demasiado grande. El asaltante tiró de los extremos del pantalón hacia los lados y por fin, el descomunal bulto quedó por fuera del pantalón dentro del firme tejido de sus calzoncillos. La polla aún enterrada y serpenteando por su pernera, pero las 2 gigantescas esferas atrapadas dentro de aquel tejido elástico y compactadas por la presión de la fuerte tela del pantalón que empujaba desde abajo. El corazón del asaltante estaba a punto de salirse de su pecho. 

Cerró el puño y lo lanzó con todas sus fuerzas en el centro de la masculinidad de Diego.

THUUUD

Su puño quedó completamente enterrado en aquella montaña de carne blanda y flexible que se amoldó a la forma de la mano del asaltante. Se tensaron los abdominales de Diego, siendo la única respuesta del cuerpo del semental, mientras su cara continuaba impasible. Retiró su puño y observó como rápidamente el paquete recuperaba su forma redondeada. Lanzó un nuevo ataque empleando toda su fuerza.

THUUUD

Obtuvo el mismo resultado, y repitió esta acción una y otra vez.

THUUUD
THUUUD
THUUUD
THUUUD
THUUUD

10, 15, 30 veces... finalmente perdió la cuenta. El hombre estaba exhausto y su bíceps agotado. Había llegado el momento de comprobar el resultado de su trabajo. Tiró del elástico del calzoncillo del adonis encajándolo en la parte inferior del enorme saco, dejando la polla flácida tendida sobre su abdomen y los gigantescos huevos comprimidos y atrapados por la fuerza del elástico y del tejido de la bragueta del pantalón. Los observó cuidadosamente. 2 óvalos apretados uno contra otro, casi del tamaño de sus propios puños cada uno. Tenían un color rojo intenso y probablemente estaban empezando a inflamarse, por el abuso que acababan de recibir, la piel estaba muy tensa casi a punto de desgarrarse, perfectamente depilada, transparente que dejaba ver la infinidad de finos vasos capilares que recorrían su superficie.

El asaltante se quitó su propio pantalón, mostrando una importante erección bajo su calzoncillo. Apoyó su rodilla desnuda sobre las gónadas desnudas del joven inconsciente sintiendo la suave piel del saco que las contenía, al tacto estaba muy caliente la carne, ardiendo. Apoyó parte de su peso aplastando la masculinidad de Diego contra su propio hueso pélvico. A la vez que apretaba la rodilla, empezó a moverla en círculos, sintiendo como los tejidos flexibles se adaptaban a la forma de su rótula. Después de continuar por varios minutos con aquel juego, retiró su rodilla y con gran precisión golpeó con un tremendo rodillazo ambas pelotas.

PLOOOF

El sonido era diferente, como golpear una enorme bolsa de gelatina, pero más compacta.

PLOOOF
PLOOOF
PLOOOF
PLOOOF

Repitió el movimiento con una fuerza devastadora una y otra vez. Cada vez los huevos tardaban más en recuperar su forma redondeada. Cada vez se sentían menos sólidos. Sabía que si continuaba podía llegar a reventar uno de aquellos enormes atributos. Era lo que más deseaba, hacerlos estallar, así que continuó con ese objetivo.

PLOOOF
PLOOOF
PLOOOF
PLOOOF


Después de varias decenas de golpes más, podía sentir como estaban empezando a perder su integridad estructural. Y la única reacción era tensión en sus abdominales, aunque la respiración de Diego se iba acelerando ligeramente. Observó como las bola se habían hinchado ligeramente y el color rojo estaba dejando paso a pequeñas manchas púrpuras que empezaban a aflorar en la superficie de su piel. Estaba causando un daño importante en la masculinidad del semental.

Con mucho esfuerzo desnudó a Diego completamente de cintura para abajo, excepto por sus calcetines blancos. El asaltante se colocó entre las piernas musculosas del joven dormido y agarró un huevo pesado con cada mano. Liberados de la prisión de la fuerte tela de la ropa que antes los rodeaban y por el calor elevado que hacía en la sala, ambos testículos colgaban muchos centímetros en el fondo de su bolsa, de manera casi exagerada. Hundió sus dedos hábilmente dentro de la carne maltratada de ambas pelotas. Sus dedos largos y huesudos penetraban en los flexibles tejidos hasta casi tocarse en el centro. Necesitaba romper esas pelotas, no debía de ser tan difícil, lo intentó desde distintos ángulos aplicando toda la presión que le era posible, pero las fuertes membranas protectoras no se quebraban. la carne rezumaba entre sus dedos, brillante y roja. Tomó su tiempo, excavando con sus dedos pulgares, hasta que finalmente se produjo un brusco espasmo de las poderosas piernas de Diego seguido de un intenso estallido en el centro de una de esas colosales pelotas. 

SPLOOCH

Algún túbulo del corazón del testículo derecho había reventado, aunque su membrana seguía resistiendo. Al pasar unos minutos más castigando aquellas gónadas volvió a suceder lo mismo en la pelota izquierda: 

SPLOOCH

Seguido por un espasmo de la fuertes piernas que le rodeaban. Algo se había roto en el interior de aquel orbe. El asaltante estaba disfrutando sintiendo cada centímetro ambos huevos intentando resistir su inminente destrucción. Los minutos pasaban mientras seguía sondeando en corazón mismo de los enormes órganos. Eran duros, no le sorprendía que hubieran resistido todos los ataques que habían sufrido unos meses antes por los abusones de la residencia. 

El asaltante liberó los pesados testículos que cada vez colgaban más al fondo del saco, mientras una sonrisa malévola cruzaba por su cara. Se bajó los pantalones y empezó a masturbarse, su miembro tenía una tamaño ligeramente superior a la media, pero al lado del miembro semi flácido de Diego parecía pequeño. Apartó las pesadas gónadas del semental que bloqueaban su nuevo objetivo, el cerrado agujero virgen con el que empezó a jugar haciendo círculos con el dedo. Mientras con una mano se masturbaba, con la otra empezó a penetrar la estrecha virginidad del joven. Finalmente el misterioso hombre inclinó más a Diego sobre el sillón dejándolo aún más vulnerable, coloco la punta de su herramienta en la entrada del semental y empujó con fuerza eliminado toda resistencia. Un gemido ahogado surgió de entre los labios cerrados de Diego. El asaltante le observó temeroso de que se despertase, manteniendo su miembro en el interior del cuerpo de Diego sin moverse, pero todo siguió tranquilo. Empezó a moverse despacio, dentro y fuera, dentro y fuera. Las gigantescas pelotas del adonis, pesaban tanto que descansaban sobre la gruesa polla invasora intentando tapar el agujero penetrado. Con el movimiento cada vez más rápido, parecía que las bolas de Diego querían meterse por su propio agujero. Entonces el admirador saco despacio su polla y observó la gran dilatación que había conseguido en aquella virginidad. Con su propio líquido preseminal y el de Diego, lubricó bien ambos huevos. Colocó un extremo de la pelota derecha del semental en el agujero dilatado y empujó con todas sus fuerzas hundiendo los dedos en la blanda, flexible y maleable esfera, que con mucha dificultad se metió dentro del cuerpo de Diego

PLOT

 y de nuevo un sutil gemido escapó de los gruesos labios de Diego. Repitió el mismo movimiento con la bola izquierda, tuvo que esforzarse aún más al estar ya ocupado el agujero por su gemela. No sabía si explotaría aquel órgano entre sus dedos antes de entrar en la estrecha cavidad, pero al final lo consiguió.

PLOT

Observó su obra maestra, la piel de saco estaba muy tensa y desaparecía dentro del cuerpo de Diego. Parecía un eunuco, no había rastro de sus poderosos huevos, ahora invisibles dentro de la tripa de su propietario. La enorme polla de Diego descansaba semi erecta sobre sus marcados abdominales, ya había dejado un pequeño charco de líquido preseminal. Ahora miró su propio miembro más pequeño pero duro como una barra de acero y lo colocó en el agujero que contenía las dos bolas del semental. Empezó a empujar y notó como su extremadamente dura herramienta avanzaba centímetro a centímetro dentro del cuerpo de Diego, pero esta vez la sensación era muy diferente. En lugar de las duras paredes del recto virgen que había notado anteriormente, sentía como le envolvía el tejido suave y flexible de las gónadas, que tenían que adaptar su forma al estrecho túnel en el que estaban contenidas. La presión que soportaban era increíble, atrapadas entre las duras paredes de la cavidad y por el otro lado el miembro rígido que las aplastaba a un espesor de pocos milímetros. El asaltante llegó hasta el fondo, toda su polla estaba completamente rodeada por la carne fértil del joven obligada a una deformación extrema. El hombre misterioso empezó a moverse con un ritmo lento y cada vez más rápido en una sensación nueva para él, sabiendo al límite que se encontraban aquellas enormes pelotas aplastadas dentro del cuerpo musculoso de Diego. Con cada sacudida se producía un suave crujido de cartilago desgarrado que provenía de las membranas protectoras del semental, casi inaudible:

Crack

Crack

Crack 

Finalmente, el miembro invasor empezó a sacudirse y un fuerte orgasmo llenó de semen el cuerpo de Diego. En acosador estaba en el cielo, era el mejor orgasmo que había tenido en su vida. Al sacar su polla, también se deslizaron las bolas maltrechas de Diego, quedando liberadas. Chorreaban con la leche del asaltante y habían pedido su forma redondeada saludable, estando ahora permanentemente aplanadas y alargadas. Era el momento de hacerlas explotar de manera de definitiva. Volvió a apretar las bolas con sus manos, entonces el miembro de Diego empezó a crecer más y más, a medida que apretaba se ponía más dura la polla de Diego. Entonces un gemido fuerte salió del fondo de los pulmones del semental. 

2 chicas que pasaban por ese mismo pasillo, escucharon el quejido y se asomaron al cuarto con la puerta cerrada. Al abrir vieron al semental completamente desnudo y dormido con su enorme polla apuntando hacia el techo. El hombre misterioso había desaparecido. Una de ellas no perdió la oportunidad de montar al hombre más atractivo del campus.

Se subió la falda, se retiró las bragas y se coloco sobre aquella descomunal herramienta. Entró dentro de su vagina con dificultad y dolor, pero al cabo de unos segundos el placer compenso todo aquello. Mientras botaba de arriba a abajo, su amiga se arrodillo y se empezó a chupar las bolas del semental. Posteriormente, mientras su amiga seguía cabalgando al hombre se metió la pelota derecha dentro de su boca jugando con ella, succionándola, mordisqueándola, cada vez más fuerte a medida que su amiga llegaba al clímax. Al final, en un instante sucedieron varias cosas simultáneamente, sintió como algo cedía dentro de la gónada esculpiéndola fuera de su boca, su amiga gimió con un fuerte orgasmo y Diego se despertó con grito de angustia mientras inundaba con semen fértil a la desconocida. 

Diego todavía estaba en shock, sin saber que estaba sucediendo, pero la chica que tenía encima al alejarse comprobó como chorreaba su leche entre las piernas. Enfurecida pensado que se podría haber quedado embaraza lazó una fuerte patada a las maltrechas pelotas del adonis, que aulló de dolor. Se hizo un ovillo tapándose sus partes dañadas mientras las 2 mujeres abandonaban el cuarto blasfemando.

Diego estuvo muchos minutos paralizado por el dolor, hasta que consiguió arrastrase hasta su cuarto, se metió en la cama con una bolsa de hielo entre las piernas sin saber si al día siguiente se levantaría siendo todavía un verdadero hombre, a juzgar por el dolor agudo y aspecto de sus más valiosas posesiones. 

jueves, 11 de enero de 2024

La Feria

 

 By Bignueces

 

Era el quinto día que abría sus puertas el recinto donde se había instalado la feria del pueblo. Por desgracia para Casandra no había tenido muchos clientes, parecía que estaban más interesados en las atracciones y en comer gofres cubiertos de chocolate. Terminó de colocar la última carta sobre la mesa mientras miraba a su primera clienta del día. Un sol dorado con una cara en su centro le hizo sonreír.

 

“Querida, tu marido encontrará trabajo muy pronto, esta carta es símbolo de buena fortuna. En menos de un mes…” Casandra interrumpió su frase al observar un grupo de 3 adolescentes que atravesaban la cortina que delimitaba su tienda “como te iba diciendo, seguramente no será el mejor trabajo, pero sin duda…”

 

Al tiempo que Casandra seguía leyendo el futuro de su ansiosa clienta, los 3 chicos empezaron a curiosear los objetos que albergaban las estanterías de la entrada. Había todo tipo de piedras de colores, cofres, pequeños espejos, figurillas de seres mitológicos, etc. Mientras Casandra hablaba, no les quitaba la vista de encima. 2 de los muchachos eran muy delgados y pálidos, probablemente todavía no se habían desarrollado como hombres. Sin embargo, el tercero era un joven más alto y mucho más corpulento, parecía realmente musculoso. Su mandíbula cuadrada y rasgos masculinos le hacía muy atractivo. Empezaron a tocar todos los objetos y Casandra se puso nerviosa.

 

“¡No toquéis nada, son objetos muy delicados y valiosos!, perdona querida, como te iba diciendo…”

 

El muchacho más grande agarró una estatuilla de unos 20 cm de un ser con forma fálica. Entonces se la colocó entre sus piernas como si fuera su propio pene y empezó a saltar de un lado a otro mientras sus amigos decían obscenidades.

 

“Os he dicho que tengáis cuidado, esa figura…” Casandra no pudo terminar su frase, uno de los adolescentes más pequeños golpeó al grande y la estatuilla se cayó al suelo haciéndose añicos. El gestó de Casandra se torció en odio mirando primero a la estatuilla y después a los jóvenes, seguidamente el mayor de ellos se agarró su sorprendentemente enorme paquete mientras se burlaban de la pitonisa y salían apresurados de la tienda.

 

A los pocos minutos, la clienta estaba depositando un billete dentro del cofre que descansaba sobre la mesa y se le alejaba satisfecha dejando a Casandra en soledad mientras recogía los restos de lo que quedaba del Dios de la Fertilidad Masculina. Todavía recordaba como 30 años atrás había conseguido esa pieza única en un viaje a Camboya.

 

“¡Malditos niñatos!” su enfado era cada vez mayor, sabía que nunca volvería a Camboya y era una pieza realmente valiosa procedente de un templo construido hacía más de 300 años. Además, se habían burlado de ella en lugar de pedirle disculpas. Tenía que vengarse, sólo podría hacerlo con uno de ellos, el que rompió la estatuilla, pero eso le bastaría para calmar su furia. Sabía cómo desencadenar una maldición sobre la fertilidad de ese adolescente, no sabía que sucedería exactamente, porque nunca lo había hecho antes, pero algo en su interior le decía que funcionaría. Se dirigió hacia la estantería a por un libro y una pequeña caja de marfil donde guardaba algunos ingredientes que necesitaría, según la leyenda la corrupción del símbolo de aquella olvidada deidad desencadenaría la maldición. Mientras pensaba en lo que le había dado la idea, esa colosal protuberancia que tenía el joven entre sus piernas ¿llevaría relleno? ¿sería real? ¿podía un hombre tener unos atributos tan grandes?

 

Leo se ajustó sus 2 inmensos testículos mientras corría con sus amigos hacia su atracción favorita, la montaña rusa. Sus pelotas eran reales, muy reales. Había crecido durante los últimos años sin parar hasta alcanzar el tamaño de 2 limones grandes. Durante ese tiempo había bombeado una cantidad ingente de testosterona que le habían hecho desarrollar una amplia y musculosa espalda en forma de V, unos brazos gruesos, grandes pectorales y unas piernas que tenían el tamaño de un jugador de futbol profesional.

 

Leo se sentó en el asiento de la atracción junto a sus 2 amigos, mientras la joven encargada empezó a colocar los medios de seguridad. Apretó un arnés situado entre las piernas de todos chavales que gritaban alterados, y aseguró una barra colocada a la altura del pecho uno por uno. Al llegar junto a Leo no apretó bien el pasador y se soltó ligeramente. Leo observó como la barra se movía mucho, se giró para protestar, pero la chica ya estaba junto al panel de mandos y activó la máquina. El tren empezó a moverse despacio subiendo hacia la parte superior de la atracción. La espalda de Leo se aplastó contra el respaldo y en cualquier caso le pareció seguro, así que se olvidó del inquietante movimiento de la barra y empezó a gritar de excitación junto a sus amigos. Cuando el tren llegó a la parte superior se precipitó a toda velocidad hacía abajo. En ese momento Leo comprendió el problema. Todo su peso se inclinó hacia delante, la barra no le frenó, pero el arnés le paró de caer al vacío. La argolla del arnés se hundió en su enorme paquete mientras el tren avanzaba a toda velocidad. Para su desgracia, su polla colocada hacia arriba no ayudó a repartir la presión, siendo absorbida por sus gónadas. El arnés separó perfectamente su bola derecha y su bola izquierda, quedando perfectamente marcadas en su pantalón corto de algodón. Al estar perfectamente encajado en su asiento y no poder abrir las piernas, los testículos quedaron atrapados entre el arnés de acero y sus musculosos cuádriceps. Pronto estalló el dolor en su masculinidad, no teniendo suficiente espacio sus preciadas pelotas. Cuando el tren llegó abajo en tan solo un par de segundos, hizo un giro brusco hacia la derecha. Para horror de Leo notó como la pieza metálica situada entre sus piernas se hundió profundamente en su testículo izquierdo dividiendo en 2 partes el órgano maltratado. Todo su peso estaba concentrado por tan solo 1 segundo en esa parte comprimida de la enorme gónada poniéndola al límite de su resistencia. Rápidamente el tren giró bruscamente hacia la izquierda, liberando la bola izquierda y empezando a castigar de la misma manera su gemela. El dolor de su hombría empezó a subir a su estómago.

 

“¡¡¡No, No, joder, Nooo!!!” empezó a gritar Leo por el intenso dolor. Sus gritos quedaban ahogados por el resto de gritos de emoción de los otros chavales que disfrutaban de la montaña rusa.

 

Sus 2 pelotas iban alternando la presión según giraba el tren. La pieza metálica cada vez penetraba más en los tejidos de los órganos maltrechos, presentando menos resistencia con cada tramo recorrido. Con la elevada velocidad de la máquina, el peso de Leo se veía amplificado, siendo suficiente para hacer estallar uno de aquellos prodigiosos testículos. Leo no lo sabía, pero pequeñas fisuras se empezaron a formar en la superficie de las membrabas protectoras, que amenazaban con hacer un estallido catastrófico de sus fábricas de bebes. Una y otra vez, sus pelotas eran maltratadas sin que Leo pudiera hacer nada, atrapado dentro de ese asiento. Lo que le pareció una eternidad terminó, el tren llegó hasta el punto de partida y frenó en seco. El arnés se clavó por última vez en la enorme pelota derecha haciendo que los ojos llorosos del joven semental se pusieran bizcos.

 

La chica empezó a quitar las medidas de seguridad de todos los pasajeros de la atracción. Cuando llegó a Leo se quedó perpleja, el arnés había desaparecido dentro del paquete de aquel niño guapo. Ella no podía dejar de mirar las dos enormes protuberancias que había a cada lado de sus diminutos pantalones, y el gran pepino que había justo descansando sobre ellos. Mientras Leo estaba en shock, ella no perdió la oportunidad de tocar esa monstruosa masa de carne. Hundió sus dedos en el centro de aquellas esferas masculinas buscado el cierre del arnés. Sus hábiles dedos exploraron cada centímetro de la superficie de las gónadas. Estaban tan aprisionadas y sometidas a tanta tensión, que la invasión de los dedos dentro de los delicados tejidos no ayudó a reconfortar a Leo. La chica por fin notó el cierre de la pieza metálica, pero casi no podía acceder por estar enterrada dentro del saco del semental. Con un esfuerzo mayor, hundió aún más sus dedos, mientras Leo mareado intentaba emitir algún quejido. Ella se mordió el labio usando todas sus fuerzas, penetrando más y más en el interior de la masculinidad del joven, casi tenía acceso al cierre,

 

CRAAACK

 

 

Entonces notó que algo cedió dentro de aquella masa testicular compacta y sitió menos resistencia dentro del pantalón, pudiendo liberar el arnés que tenía a Leo atrapado en el asiento.

 

“Mmmmhh, ahhhh” Suspiró Leo volviendo a la plena consciencia, con su entrepierna ardiendo de dolor. Se puso de pie con dificultad.

 

Ella sonriente le miró de arriba abajo. “Buena herramienta, guapo”

 

Las mejillas sonrojadas y cubiertas de pecas de Leo mostraban más enfado que timidez, mientras con una mano se sujetaba su paquete dolorido, con la otra empujó a la joven mujer tirándola al suelo “¡apártate guarra!”. Leo tambaleante se alejó de la atracción junto con sus 2 amigos mientras ellos se burlaban de él y de su manera de andar.

 

Sin embargo, los 2 hermanos de la chica, que estaban a cargo de un pequeño puesto de piñatas, justo en frente a la montaña rusa, habían visto como Leo insultaba a su hermana y la empujaba al suelo. Eran de mayor edad, estando en la veintena, con aspecto muy osco, ambos de cabello largo y muy oscuro, con alguna cicatriz que les recorría la cara, sabía cómo tratar a ese tipo de niños malcriados. Se hicieron un gesto entre ellos y siguieron a Leo unos pasos por detrás durante un par de minutos. En el momento adecuado le empujaron detrás del establo de los animales del circo, fuera de las miradas de los transeúntes. Los 2 amigos de Leo se fueron corriendo asustados dejándole solo frente a los enfurecidos hermanos de la muchacha humillada. Le rodearon uno por delante y otro por detrás.

 

“Qué queréis vosotros, os voy a partir la cara como no os vayáis corriendo” les espetó Leo valiente, a pesar de estar en clara desventaja.

 

El agresor que tenía enfrente llevaba un poco de serrín en su mano, y se la lanzó a Leo en los ojos, pillándole completamente desprevenido. Quedó cegado y empezó a frotarse los ojos con ambas manos. Uno de los hermanos había visto como andaba Leo con las piernas abiertas mientras se acariciaba su paquete. Ahora estaba completamente desprotegido y se veía enorme, un objetivo fácil que le enseñaría una lección. Lanzó una poderosa patada que dio justo en el blanco, entre los 2 testículos de Leo.

 

PLOF

 

“¡Mis pelotas!” Exhalo Leo mientras recibía una segunda patada desde detrás, proveniente del otro hermano que se animó a la sesión de ballbusting improvisada.

 

PLOF

 

Leo se intentó cubrir su entrepierna, pero desde atrás le agarraron los brazos.

 

PLOOOF

 

Otra patada devastadora aplastó su pelota izquierda peligrosamente.

 

“Joder, Pedro, este cabrón tiene huevos de toro” Se río alegremente el hermano que estaba propinándole las patadas frontales

 

PLOOOOF

 

De nuevo, su bola izquierda se redujo su tamaño a una fracción.

 

“¡Noooo!” Gritó Leo, sintiendo como sus bolas eran devastadas por el loco que tenía en frente. Varias gotas de sudor resbalaron desde los cabellos oscuros de Leo recorriendo su fruncida frente.

 

 

PLOF, PLOOOF

 

La puntera de la bota del agresor aplastó ambos testículos por igual.

 

“Vamos a ver que escondes ahí, seguro que es todo relleno” Sonrió uno de los asaltantes. Leo estaba mareado por el dolor, no ejerció ninguna resistencia cuando deslizaron unos centímetros su pantalón y calzoncillos revelando su prodigiosa polla y las gónadas rojas e hinchadas que la acompañaban. Estaban perfectamente rasuradas sin un solo pelo, con una piel muy fina y blanca que dejaba ver todas las venas superficiales que recorrían los delicados testículos.

 

“Joder, si que es grande. Nos vamos a asegurar que no vuelvas a molestar a nuestra hermana y ni a ninguna otra mujer” Solo terminar la frase, lanzó un puñetazo que impacto en los testículos desnudos de Leo.

 

PLAF

 

Los nudillos penetraban profundamente la cane que contenía su saco.

 

PLAF

 

PLAAAF

 

PLAAAAAF

 

“Tienes que probar esto, es increíble” Los hermanos intercambiaron posiciones y continuó el asalto a la masculinidad de Leo.

 

PLAF

 

PLAAF

 

PLAAAAF

 

Uno tras otro, los puñetazos iban ablandando las bolas de Leo. Asustado, notó como este hermano golpeaba con más fuerza que el otro hombre. Leo observó como los brazos del hermano que parecía llamarse Pedro, debían de tener el doble de volumen que los de su hermano.

 

PLAF

 

PLAAAF

 

PLAAAAAAF

 

“Este saco parece estar lleno de gelatina, como si no hubiéramos dejado nada sólido dentro. Vamos a comprobarlo” En pánico, Leo vio como el hermano con bíceps de acero agarró una de sus bolas en cada mano y empezó a apretar.

 

“No, no, parad, por favor, vais a romperlas,¡¡¡ahhhhh!!!” Lloriqueó Leo, con la cara roja y la saliva corriéndole por la comisura de sus gruesos labios.

 

Las manos fuertes de aquel hombre empezaron a comprimir más y más la masculinidad del semental.

 

“Parece que todavía hay dos huevos enteros aquí dentro, están más duros de lo que parecía, jajaja” sus bíceps se tensaron y el espacio dentro de sus manos se redujo considerablemente. El agresor y Leo notaban como las bolas estaban a punto de reventar.

 

“Un poco más chaval, veamos si resisten estos cojones” la presión fue todavía mayor, los ojos de Leo estaban como platos. La carne de las bolas rezumaba entre los dedos del hombre, con la piel tensa, brillante y de un color rojo intenso.

 

CHAAASH

 

La presión era tan fuerte, que al final estallaron alguno de los túbulos que formaban esas colosales gónadas. El hombre se sorprendió al sentir como algo se reventaba dentro de sus manos y con un último apretón liberó ambas pelotas.

 

“Chaval, si no te vas de la feria ahora y te volvemos a ver, nos aseguraremos que tus pelotas queden inservibles” Con un empujón del hombre enfurecido, Leo golpeó y rompió la valla del establo y cayó dentro de la cuadra, mientras los 2 hermanos se alejaban riéndose satisfechos con el trabajo que habían hecho.

 

Leo quedó tumbado en el suelo del establo boca arriba, sus piernas musculosas cubiertas de un bello oscuro muy corto dobladas hacia el techo, con su ropa ligeramente bajada y sus atributos desnudos. Se acariciaba una y otra vez sus bolas, doloridas e hinchadas, con un color poco saludable, sentía que tenían un tamaño más grande de lo habitual, pero al menos seguía teniendo sus 2 valiosas pelotas. Entreabrió un poco los ojos y vio que había varios burros rodeándole, comiendo algo de forraje tranquilamente.

 

Leo intentó incorporarse y para ayudarse agarró el rabo de uno de los burros tirando no demasiado fuerte. El burro, más por susto que por dolor, con un fuerte rebuzno lanzó una poderosa coz hacia atrás. La pata del animal fue tan rápida que Leo apenas pudo verla, pero sí pudo sentir como la pezuña del animal se encajaba entre sus fornidas piernas.

 

CRAAAK

 

Sus cuádriceps se tensaron marcando cada fibra de muscular, pareciendo que iban a reventar. El dolor volvió a explotar dentro los testículos machacados del joven. Una lágrima recorrió su marcada mandíbula, pero no pudo emitir ningún sonido de su boca mientras esta permanecía abierta de par en par, dejando ver su dentadura perfecta y blanca.

 

Las bolas de Leo habían sido aplastadas brutalmente por el ataque del animal, quedando comprimidas a una fracción de su estado original en décimas de segundo, aunque esta vez también había quedado atrapado su colosal polla entre la pata del animal y su pelvis. Los burros asustados por el revuelo se alejaron del chaval, que estaba gimoteando de rodillas en el suelo, mirando sus milagrosamente enteras gónadas. Sin embargo, la marca de herradura del animal había quedado permanentemente marcada en la parte frontal de su gigantesca pelota derecha y en la base de su polla. De hecho, una hendidura con forma de media luna había quedado impresa en el órgano dañado.

 

Su enorme paquete inflamado apenas entraba dentro de su ropa interior, por lo que decidió guardar sus calzoncillos en uno de sus bolsillos dejando únicamente el fino pantaloncito de algodón para cubrir su masculinidad. Volvió a ponerse de pie y cojeando salió del establo, intentando olvidar el dolor pulsante que provenía de sus prodigiosos huevos.

 

Encontró a sus 2 amigos esperando a ser atendidos en un puesto de comida.

 

“Leo, estábamos preocupados por ti, esos 2 tipos eran peligrosos, parecía que querían darte una buena paliza…pero no tienes ni un rasguño” comentó asombrado mientras observaba la cara de Leo buscando algún moratón bajo sus ojos, el labio partido o restos de sangre en su nariz, sin saber que se habían centrado en intentar aniquilar las posibilidades de ser padre de su amigo.

 

“Me he encargado de ellos, no me volverán a molestar” dijo socarronamente Leo hinchando su pecho orgulloso, y guiñando uno de sus enormes ojos oscuros con una media sonrisa, ocultando la realidad a sus amigos.

 

El hombre que atendía el puesto de comida era de mediana edad, con un delantal algo sucio y muy alterado ante la gran cantidad de visitantes que le reclamaban comida. Leo pido un gofre con una bola de helado de vainilla. El hombre llenó apresuradamente con masa la máquina para hacer gofres empujándola peligrosamente hacia el borde del mostrador, mientras Leo se inclinaba hacia delante con algunas monedas en su mano para pagarle, aproximando su abultado paquete sobre el mismo mostrador. El dependiente con un rápido movimiento cerró la tapa de la gofrera cogiendo las monedas de la mano de Leo y se giró para dejarlas en una caja metálica. Los ojos de Leo se abrieron desorbitadamente al notar como parte de su masculinidad había quedado atrapada dentro de la máquina.

 

“¡¡¡¡Uhhhaaaaaa!!!!” Leo empezó a gritar asustado mientras le miraban 2 señoras alarmadas que estaban junto a él, que no comprendían que pasaba. En ese momento unos fuegos artificiales empezaron a surcar el cielo llamando la atención de todos los que le rodeaban.

 

La cabeza de su polla y la mitad de sus testículos estaban siendo brutalmente aplastados dentro entre las 2 piezas metálicas unidas por un pasador de acero que las mantenía a una distancia fija de 1 cm, como si de una prensa se tratase. Unas pelotas tan grandes como las de Leo no estaban preparadas para estar comprimidas en un espacio tan reducido. Las mitades de los 2 órganos se expandieron expulsando parte de la masa líquida del gofre que rezumaba por los bordes de la máquina. Mientras los tejidos de las gónadas de Leo se tuvieron que adaptar a los recovecos y formas caprichosas del interior de la gofrera, con algunos puntos en los que la placa superior casi tocaba la placa inferior, sometiendo a las membranas de sus testículos al borde de la rotura. Pero la peor parte, era la elevada temperatura que alcanzaba el metal, quemando la tela de su pantalón y tostando la fina piel del saco de su masculinidad y la sensitiva cabeza de su rabo. Leo agarró con determinación la máquina y empezó a tirar de ambas placas en sentido opuesto para abrirla, olvidando quitar el pasador de acero.

 

Mientras todos los demás, incluido el dependiente del puesto de comida estaban absortos contemplando el cielo y las explosiones de colores del mismo, los fuertes brazos de Leo luchaban por salvar su masculinidad. Sus antebrazos y bíceps estaban en tensión, hinchados y brillantes surcados por infinidad de fibras musculares. Notaba como se quemaba su prepucio y los fluidos del interior de sus bolas parecían empezar a hervir. Sus huevos se estaban cocinando sin que él pudiera hacer nada por evitarlo. Un último empujón y consiguió romper el pasador salvando su entrepierna. Su pantalón echaba un poco de humo y estaba negro. No sabía en qué estado habrían quedado sus posesiones más valiosas.

 

“Toma joven, aquí tienes tu gofre” Leo salió de su ensimismamiento. Agarró el pedazo de cartón que contenía el gofre. Podía intuir bajo la bola de helado la forma de sus 2 testículos impresos en la masa del dulce. Le dio un mordisco dentro su mundo de dolor, mientras varias lágrimas le recorrían sus mejillas, y un reguero de moquillo salía de su nariz enrojecida.

 

Los fuegos artificiales pararon y sus amigos le agarraron del brazo “vamos a la casa del terror, dicen que es lo mejor que hay en la feria”

 

Leo suspiró notado como sus bolas latían dentro del saco, mientras se dirigían en un extremo del recinto hasta un pequeño edificio con un decorado de cartón que le daba una apariencia siniestra. Un hombre joven les vendió unos tickets y les explicó las instrucciones, tenían que avanzar siempre hacia adelante y nunca parase ni volver hacia atrás.

 

Entraron en un pasillo muy oscuro y largo decorado con cuadros de personajes de otras épocas. Los ojos de los mismos les seguían con la mirada, sin lugar a dudas un mecanismo instalado tras la pared, pensaron los 3 jóvenes. En ese momento una puerta se abrió en un extremo del pasillo y una figura alargada surgió con un enorme cuchillo y con un rugido empezó a avanzar hacia ellos. Los amigos empezaron a correr en sentido opuesto gritando pero los pantalones de Leo, rotos y quemados, se deslizaron hasta sus tobillos y cayó de boca contra el suelo.

 

Mientras los amigos de Leo desaparecieron doblando la esquina del corredor, el semental permanecía tumbado con las piernas abiertas en mitad del pasillo. El actor con el disfraz de asesino reaccionó a tiempo y con un fuerte salto supero el cuerpo de Leo y siguió corriendo hasta desaparecer al final del corredor persiguiendo a sus amigos, pero el dolor volvió a estallar entre las piernas del chico maldito.

 

“¡Ohhhhhhh!” Leo berreó de dolor.

 

En la oscuridad, lo que ninguno de ellos fue consciente era de que Leo no llevaba calzoncillos y con los pantalones atrapados en sus tobillos, sus gigantescas pelotas descansaban en el suelo. Unos segundos antes el actor encajó su pié perfectamente entre los poderosos y musculosos muslos de Leo, su pie aplastó el testículo izquierdo y cogió impulso para dar el salto, apoyando en el proceso todo su peso en el órgano reproductor del semental que se comprimió contra el duro suelo de madera hasta una fracción de su tamaño normal. La presión fue tan fuerte, que Leo sintió casi estallar toda su bola. Arqueó la espalda por el dolor y quedó paralizado intentando controlar las arcadas que provenían de su estómago. Solo en el centro del pasillo y sumido en su mundo de dolor, no se percató que un nuevo grupo de visitantes penetró en el pasillo desde la entrada de la casa. Se repitió la escena, el grupo de 5 personas empezó a correr cuando la puerta de abrió y la silueta del asesino apareció, todos sin percatarse del cuerpo que estaba tendido en la oscuridad. Leo no pudo reaccionar, y de nuevo la mala suerte hizo que cada una de las 5 personas pisará la entrepierna del joven. Fueron aplastando uno a uno todo el saco de Leo, pero el pero fue el último. Se trataba de una mujer de mediana edad que avanzaba con dificultad con unos zapatos que tenían un tacón no muy alto pero sí muy afilado, mientras que la suela de su calzado se apoyó en la abultada y blanca nalga de Leo, el tacón se clavó en el centro de la maltratada esfera derecha.

 

“¡Ahhhhhrg! ¡Noooo!” La mujer, no estaba sorprendida por los gritos que pensó que serían parte del espectáculo, pero estuvo a punto de caerse al pisar las irregularidades del suelo oscuro, sin saber que era el cuerpo de un adolescente.

 

Todo sucedió en unos segundos, el peso de la mujer concentrado en una superficie tan pequeña hizo que el tacón perforara la fina piel del saco del joven, y atravesó la dura membrana protectora de la pelota casi sin esfuerzo hasta tocar el suelo. La forma saludable esférica de su testículo quedó convertida en un enorme donut aplastado contra el suelo. La mujer, tambaleante se alejó y desapareció por el final del pasillo.

 

Los brazos fuertes del actor le ayudaron a incorporarse

 

“Vamos chico, muévete, es peligroso que estés tirado en mitad del pasillo, alguien puede hacerse daño”. Una puerta se abrió hacia el exterior en el pasillo y el actor arrojó a la calle al tembloroso Leo que quedó cegado por la luz de fuera. La puerta se cerró a su espalda. Estaba en la parte trasera de la casa entre unos cubos de basura, semidesnudo, de rodillas y sujetándose las bolas doloridas. De la parte derecha de su saco corrí un hilo muy fino de sangre del gigantesco testículo empalado. Completamente cegado escuchó una voz familiar.

 

“Mira, es el imbécil ese otra vez. ¡Te dijimos que si no te ibas de la feria te enseñaríamos una buena lección!” Los hermanos que le habían dado una paliza anteriormente, estaban fumando unos cigarrillos mientras descansaban de su turno. Uno de ellos se acercó al indefenso joven y lanzó una patada entre sus piernas. Por suerte para Leo, las manos que protegían su masculinidad absorbieron parte del impacto. Cayó a un lado en posición fetal

 

“Sí, sí, he aprendido la lección, dejadme en paz” Suplicó Leo arqueando su voluminosa espalda. El hermano que tenía los bíceps más desarrollados, con una sonrisa malévola se agachó junto al semental.

 

“Sabes, no creo que sea justo que un imbécil como tú tenga unos huevos tan grandes” deslizó sus manos entre las piernas de Leo, y tras un breve forcejeo consiguió apartar las fuertes manos del semental y agarrar enérgicamente uno de sus testículos. Empezó a apretarlo con fuerza, comprimiéndolo más y más.

 

“Noooo, ¡Ahhhhh!” Los gemidos de Leo hicieron que el bíceps del asaltante se contrajera más aplastando todavía más la pelota, que cada vez tenía un espacio más reducido dentro de aquel fuerte puño. El hombre quería volver a sentir como algo cedía dentro de aquella prodigiosa gónada, y aplicó toda su fuerza. Entonces volvió a suceder,

 

CHAAASH

 

Varios túbulos productores de esperma estallaron en el corazón de la pelota. El asaltante relajó su mano satisfecho mientras Leo quedaba inconsciente en su mundo de dolor.

 

“Ayúdame, tengo una idea” Le dijo un hermano al otro mientras arrastraban el cuerpo inconsciente del joven unos metros a la parte de atrás de su puesto, lejos de todas las miradas de los caminantes.

 

El puesto de los hermanos llamado “rompe la piñata” había varios recipientes de cerámica y cartón de diferentes tamaños y colores colocados en la pared que varios adolescentes se afanaban en romper para ver el regalo que contenían dentro. Una chica muy joven señaló una pequeña piñata con forma de 2 óvalos del tamaño de 2 limones de tonos rojos y morados, sin saber que al otro lado de la pared del puesto estaba su dueño inconsciente recostado en la parte interior del recinto con las manos atadas y sus propios calzoncillos metidos dentro de la boca desapareciendo su masculinidad por el agujero practicado en el muro.

 

“Quiero romper esta piñata, es pequeña pero seguro que tiene un premio muy especial dentro” Señaló sonriente la chica mientras le daba a uno de los hermanos que trabaja en el puesto unas monedas. Ella agarró una maza de madera y apuntó sobre los 2 orbes y con un golpe no demasiado fuerte los aplastó. La maza rebotó, como si las esferas fueran de caucho, pero no se rompieron. Ella depositó nuevamente unas monedas en la mano del hombre y volvió a golpear, esta vez con más fuerza y precisión, pero con el mismo resultado.

 

“¡Maldita sea! No se me va a resistir esta vez” Con un par de pasos hacia atrás intentó su mejor golpe. Esta vez los orbes quedaron unos segundos aplastados contra la pared pero poco a poco volvieron a recuperar su forma ovalada.

 

El novio de la chica, un adolescente de cabello rizado rubio, apoyó su mano en su hombro y la apartó suavemente guiñándole un ojo. Le entregó de nuevo unas monedas al vigilante y agarró la maza. Aunque el novio era muy joven, había desarrollado unos poderosos brazos y sabía cómo usarlos. No pensaba quedar mal delante de su novia y pesaba pulverizar esa piñata.

 

PLOOOF

 

El impacto fue tan fuerte, que en una fracción de segundo los 2 enormes testículos se deformaron lo suficiente para poder atravesar el muro por un agujero con la mitad de su tamaño. Los tejidos internos se amoldaron y retorcieron, desgarrándose en su interior de las prodigiosas gónadas, enviando fuertes sacudidas de dolor al cerebro del dueño de semejante masculinidad. Los ojos de Leo se abrieron como platos devolviéndole a la consciencia. Intentó gritar desde lo más profundo de sus pulmones, pero sus propios calzoncillos enmudecieron su boca. Leo intentó salir de corriendo y alejarse con sus bolas ya liberadas, pero no contaba con que sus pantaloncillos estaban enrollados en sus tobillos y además maniatado. Perdió el equilibrio y cayó de cara sobre el terreno, sin poder poner sus manos para minimizar el impacto al tenerlas atadas en su espalda. Sus pelotas quedaron atrapadas bajo el peso de su cuerpo que fueron brutalmente aplastadas con el impacto contra el suelo.

 

Mientras tanto, al otro lado del muro los hermanos estaban discutiendo acaloradamente con los 2 clientes que reclamaban su dinero al comprobar que la piñata había desaparecido por el agujero de la pared y no tenía ningún regalo en su interior mirando el suelo buscando los restos de los 2 orbes que supuestamente debían haberse roto bajo la maza de madera. Al cabo de 5 minutos, uno de los hermanos miró fijamente al novio de la joven clienta.

 

“Ven, sígueme a la parte de atrás del puesto y te daré el premio que ha ganado tu novia”

 

Pedro, el hermano más corpulento y el joven novio de la chica, rodearon el muro accediendo a la parte de atrás del puesto de feriantes, donde había gran cantidad de peluches gigantes y paquetes envueltos con papeles de llamativos colores. Pero lo que más llamó la atención de Pedro era que justo donde esperaba encontrar al semental maniatado y semicastrado, sólo había unos trozos de cuerda y los calzoncillo que usaron para amordazarle. Pedro estaba furioso, Leo había escapado. Miró de arriba abajo al joven rubio de pelo rizado que estaba distraído buscando entre los diferentes premios uno que satisficiera a su novia. Pedro se acercó por detrás e introdujo su fuerte brazo bajo el pantalón del adolescente. Encontró 2 bolas de un tamaño respetable y apretó con todas sus fuerzas. El rubio quedó enmudecido, con sus labios apretados por el dolor y sus ojos azules desorbitados. El puño de Pedro se cerró más y más comprimiendo los genitales del joven hasta unos límites inconcebibles, descargando su ira en los débiles órganos masculinos. Las frágiles membranas de esas gónadas no estaban diseñadas para resistir tanta presión como las de Leo y en pocos segundos cedieron.

 

POP

POP

 

Pedro sorprendido, notó como después de un suave doble estallido dentro de su mano, en un instante lo que antes eran 2 testiculos sanos y firmes no había más que una gelatina sin forma rellenando el saco entre sus piernas. El delgado joven se cayó lentamente inconsciente al suelo. Ahora Pedro tenía que contarle a su hermano que tenían un nuevo problema. Sin embargo, en su mente pensaba como sería sentir reventar completamente los huevos del semental que se había escapado, mucho más resistentes y de un tamaño de más del doble que los que tenía el eunuco que yacía a sus pies.

 

Leo iba caminado con dificultad por uno de los caminos de la feria, con las piernas bien abiertas. Sus pelotas estaban doloridas, pero no tanto como era de esperar, las sentía muy inflamadas y entumecidas, lo cual era preocupante. Decidió que era el momento de volver a su casa y colocarse una bolsa de hielo entre las piernas para aliviarse. Se acercó a la entrada del recinto donde estaba su bicicleta. Se sentó con mucho cuidado y empezó pedalear por el sendero que conducía hacia su casa.

 

El viento era fresco y se sentía realmente agradable entrando por las perneras de sus pantalones cortos, especialmente desde que no llevaba calzoncillos y sus bolas recibían directamente el refrescante aire. Su cara era de alivio, hasta una sonrisa empezó a dibujarse en su cara. No pasaron más de 2 minutos cuando Leo sintió que junto con el viento algo entró dentro de sus pantalones y en un instante notó un agudo dolor que se repetía en varios puntos de sus abultadas fábricas de bebés.

 

La mueca del rostro de Leo se torció, su cerebro estaba intentando procesar lo que pasaba. Él no lo sabía, pero 3 avispas se habían colado dentro de sus pantalones. Al haberse visto atrapadas entre la tela y las gónadas del semental empezaron sus ataques perforando la fina piel de su saco e inyectando veneno en los tejidos interiores. Leo lanzó su mano con fuerza a su paquete para intentar eliminar a las intrusas, pero el dolor se incrementó todavía más.

 

Apurado por su instinto apretó bruscamente los frenos de la bicicleta. La fuerte inercia hizo que el joven resbalara del sillín cayendo sobre la barra metálica que tenía delante. El objeto metálico se encajó perfectamente entre las piernas de Leo hundiéndose en su descomunal paquete. En unos instantes sus pelotas hinchadas se aplastaron con fuerza entre el hueso pélvico de Leo y la barra, deformándose más y más por la presión ejercida por el cuerpo del adolescente. Todo el peso se concentró en los 2 órganos que no pudieron resistir mucho más, las maltratadas membranas empezaron romperse, y los tejidos internos que habían empezado a perder su firmeza por los castigos recibidos ese día empezaron a desgarrase. Leo se puso bizco y su boca quedó abierta en un grito ahogado al sentir como algo estallaba dentro de su saco.

 

SPLOCH

 

Cayó de la bicicleta rodando por el camino. Hecho un ovillo colocó sus manos entre sus piernas intentando minimizar los latidos de dolor que provenía de 2 gónadas. Tumbado en el suelo se retiró el pantalón para examinar su masculinidad. Sujetó en la palma de sus manos 2 enormes huevos hinchados, de color rojo intenso con franjas y círculos morados, ambos habían perdido su forma saludable ovalada estando mucho más planos. Apretó entre sus dedos la masa testicular del gemelo izquierdo, su cara reflejó un profundo dolor entrecerrando los ojos. Bajo sus dedos no se sentían tejidos firmes, sino una estructura que parecía arcilla en la que quedaba impresa la forma de sus dedos permanentemente.

 

Leo estaba tan mareado por el dolor y tan concentrado examinando su masculinidad dañada, absorto en su propio mundo, su bicicleta estrellada entre unos arbustos y él semidesnudo abierto de piernas en el centro del camino. No se percató que alguien se acercaba a gran velocidad también en bicicleta por el centro del sendero. Leo alzó la mirada y advirtió como el peligro se acercaba muy rápido. Levantó las manos y empezó a agitarlas.

 

“¡No, no, paraaaaaa!” Gritó angustiado sin poder reaccionar dejando imprudentemente desprotegida su entrepierna.

 

La rueda de la bicicleta del ciclista rodó entre las piernas de Leo, pasando por encima de las dañadas bolas del semental y saliendo por sus fuertes abdominales. La rueda parecía un rodillo amasando el contenido de su saco, reduciendo las ya escasas posibilidades del joven de ser padre en el futuro. Ya era demasiado para el cerebro de Leo y cayó en la inconsciencia sin saber si quedaba algo entero dentro del saco que colgaba entre sus piernas.

 

A una distancia de un par de kilómetros, en la tienda de Casandra dentro del recinto de la feria, los restos quebrados de la figura del Dios de la Fertilidad Masculina descansaban sobre una estantería. Una luz tenue azulada surgió de cada fragmento uniéndose mágicamente, quedando la estatuilla intacta como estaba a primera hora de esa misma mañana.